El ser papá es una de estos momentos emocionantes de la vida, que tarde o temprano, con ansias o sin ellas, llega...pero, porque en un momento lo anhelas, te imaginas como será tu otro u otra "yo", tu ser de carne y hueso.
Ahora que me veo con mis dos hijos, a quienes adoro con todo mi corazón y mi mente, trato de ser la persona modelo, más que eso, un amigo con quien pueden jugar, que los escucha, que los orienta, que les advierta de los peligros cuando esto, puede parecer un regaño.
Llego de trabajar, los veo durmiendo, se mueven lentamente, estiran sus brazos, abren sus ojos, me observan y se rien, con eso ya me hicieron mi día, solo el observarlos juntos con su mamá. Mi esposa se levanta me prepara algo de comer, y nos sentamos en sillitas de madera, alrededor de una mesita de plástico, cantamos "bendice señor esta mesa..." y a comer.
La rutina continúa, acompaño a mi niña al colegio, platicamos en el trayecto de muchas cosas, escolares sobre todo, contamos las cuadras, me canta alguna canción que aprendió en la escuela, pero ambos nos acompañamos felices.
Al regresar al hogar, platicamos con mi esposa, tenemos "sueños compatidos", el ver crecer nuestros hijos, tener un hogar propio, nuestros objetivos en pareja y personales, toda esa charla mientras bebemos nuestro café acompañados de unas galletas de animalitos, asi las cosas, tan sencillas pero nuestras.
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